jueves, 2 de diciembre de 2010

La irrupción de los músicos brasileños

Con la irrupción de la “Bossa nova” a finales de los 50, comienza el desarrollo de un nuevo género de fusión que no es otro que el resultado de la unión entre la música tradicional brasileña y el jazz.

No sé muy bien cómo pudo suceder, pero el caso es que de las ruidosas sambas y batucadas callejeras, se pasa por medio de una generación de músicos míticos brasileños (Antonio Carlos Jobim, Joao Gilberto, Vinicius de Moraes, etc…), a un formato más íntimo, con fuertes influencias armónicas de jazz: nace la “Bossa nova”.

Rápidamente, los músicos de jazz estadounidenses (Stan Getz, Charlie Parker), se dan cuenta del filón que proporciona este nuevo estilo, con nuevos temas, con una sonoridad más exótica, más fresca, ritmo puro; en resumen, una aportación muy interesante para el jazz. A partir de aquí, esta fusión se proyecta al mundo entero. Se trata de un género con mucha aceptación, ya que sus temas son muy “fáciles” de oir, alejándose mucho del estilo bebop tradicional. Por ello, es también muy buena opción como entrada para profanos a este mundo del jazz.

Hoy propongo una samba: “Samba triste” (1959). Se trata de uno de los temas de la banda sonora de la película “Calle 54” (2000), de Fernando Trueba. Es un tema original del brasileño Baden Powell y está interpretado por una pianista también brasileña de técnica excepcional, Eliane Elías. Esta obra mezcla magistralmente la pasión de la samba con los matices elegantes del jazz, empezando de forma intimista para ir in crescendo hasta llegar al extasis. Fuego puro, ¡a disfrutar!


Tema: “Samba triste” (1959)
Álbum: “Calle 54” (2000)

Eliane Elías – piano
Marc Johnson – contrabajo
Satoshi Takeishi – percusión

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Jazz para niños

Ya hemos comentado en otras entradas del post que hay que desmitificar ese halo de intelectualidad con ese punto snob que rodea al jazz. Tanto es así, que incluso puede ser muy atractivo para los niños. De todas formas, hay que ir al principio con un poco de cuidado, para que no le cojan manía desde el minuto 1 de partido.

Para ello debemos superar una primera barrera, que no es otra que el bombardeo indiscriminado que las pobres criaturas han tenido que soportar con canciones como Pintxo, Pintxo, gure txakurra da ta o La Chata Merengüela. Por fortuna, los niños por naturaleza, son verdaderos supervivientes y su cerebro es capaz de adaptarse fácilmente a cualquier tipo de estímulo. Cuanto antes tengan contacto con el jazz, antes les resultará familiar su peculiar sonoridad y por tanto, en un futuro, asimilarán con mayor naturalidad cualquier tipo de obra, por muy compleja que sea. La idea es que de mayores puedan apreciar y disfrutar del jazz, de la misma manera que otros géneros más populares.

Dicho esto, evidentemente, no vamos a comenzar con jazz experimental de vanguardia. He elegido un tema muy conocido de George David Weiss, interpretado por Louis Armstrong, “What a Wonderful World”. Es una bella balada que suena casi como una nana. No es que tenga mucho de jazz, pero algunas pinceladas ya encontraremos y puede servir de introducción a este mundo.

Tema: “What a Wonderful Word” (1967)
Single: “What a Wonderful Word” (1968), Louis Armstrong's Orchestra And Chorus

jueves, 16 de septiembre de 2010

Las escalas del Jazz: Jazz modal

¿Por qué el Jazz tiene esa sonoridad tan peculiar? ¿Por qué cualquier persona profana en este estilo lo identifica fácilmente, aún oyendo unas pocas notas? La razón de todo ello se encuentra en el uso de una serie de escalas, de naturaleza diferente a las que estamos acostumbrados desde niños. Voy a intentar explicar todo ello de forma muy sencilla y comenzaremos primero por dar ciertas nociones sobre notas, intervalos, acordes, consonancias, disonancias y escalas.

¿Qué es una nota musical? Es simplemente una vibración con una frecuencia determinada. Nuestro oído es capaz de percibir como sonido, un rango determinado de frecuencias de vibración. Este rango va desde los 20 a los 20.000 Hz, más o menos. Ahora bien, dentro de ese intervalo, hay infinitas frecuencias y por tanto, infinitos sonidos reconocibles. ¿Por qué no hay entonces infinitas notas? ¿Por qué nos han metido en la cabeza desde niños la cantinela de las 7, y sólo 7 notas? La explicación de todo esto se encuentra en nuestra percepción auditiva. Cualquier creación musical, en líneas generales, es la combinación de varios sonidos y es precisamente en la relación entre los diferentes sonidos, donde nuestro cerebro percibe combinaciones que le agradan o le desagradan. Es algo puramente subjetivo y cultural, aun cuando tiene una pequeña explicación física.

La nota de un instrumento no es pura, ya que a parte de la frecuencia fundamental del sonido que percibimos, “suenan” otras frecuencias asociadas, que apenas son audibles y son las que confieren el timbre característico a dicho instrumento. Estos es lo que se conoce como serie de armónicos. Esto es fundamental para comprender cómo históricamente han nacido las notas.
Dado un sonido cualquiera de un instrumento, la frecuencia fundamental será de x Hz. Su primer armónico, que apenas oiremos, suena al doble de frecuencia, 2x Hz. El segundo armónico lo hace a una frecuencia triple del fundamental y así sucesivamente, según un esquema que se asemeja a las series de Fourier.

Cuando oímos simultáneamente una frecuencia determinada y su doble, nuestro oído lo percibe como consonancia perfecta y nos da la sensación de que es el mismo sonido pero más agudo. Tradicionalmente se ha denominado a esta distancia “octava”, ya que corresponde a la octava nota de la escala tradicional y coincide con la primera, con la que suena “bien”. A partir de aquí se inicia una nueva serie. Esta octava, es por tanto el primer armónico de una frecuencia fundamental dada.

Entre estas dos notas, la fundamental y su octava, podrían definirse infinitas notas, ya que hay infinidad de frecuencias entre ellas. El problema es que nuestro oído no percibe de forma “agradable” las relaciones entre todas estas posibles frecuencias. De hecho, nuestro cerebro sólo entiende como afinados, la subdivisión de este intervalo de octava en 12 “trozos”. Todos aquellos sonidos cuya frecuencia no coincida con esta subdivisión de 12 partes, los oiremos “desafinados”. La subdivisión básica de la octava, 1/12, clásicamente se define como semitono (ST). Por tanto, 2/12, será un tono completo (T).

Aquí rompemos el primer mito: no hay 7 notas, HAY 12 NOTAS. Las 7 notas tradicionales (do, re, mi,…) vienen de la escala mayor diatónica clásica sobre DO (las teclas blancas del piano), que es la base de la mayor parte de las canciones que conocemos desde la cuna, en la tradición occidental (esto conviene dejarlo claro, ya que no tiene nada que ver con una persona que haya nacido en Mumbay, por ejemplo).

Teniendo en cuenta que la percepción humana del sonido, se basa principalmente en la relación de unos sonidos con otros (y no por la percepción de un sonido aislado), nos hemos puesto todos de acuerdo para fijar la frecuencia de un sonido de referencia a partir del cual construir todas las otras notas que suenan “afinadas” con respecto a éste. La norma ISO, ha tomado como referencia la frecuencia de 440 Hz, que se corresponde con el LA de la escala central del piano. A partir de aquí multiplicando y dividiendo frecuencias, vamos definiendo octavas hacia arriba y hacia abajo. Cada una de estas octavas, las subdividimos en 12 “trozos” y ya tenemos todas nuestras notas de base para empezar a crear música.

Estas 12 notas son los ingredientes básicos de cualquier sistema musical, tanto de la música europea tradicional como de las más exóticas de Oceanía (hay algunas excepciones, con culturas que usan subdivisiones inferiores a los 12 semitonos de los que hemos hablado, pero en fin, no es lo habitual). Los sistemas musicales toman todos o parte de esos 12 sonidos para construir las canciones. Por tanto, este grupo de sonidos tomados como base en un sistema musical, es lo que conforma una “escala”.

Nuestro cerebro de occidental europeo ha nacido y se ha educado bajo la dictadura de 2 escalas: las escalas diatónicas mayor y menor. El 99% de la música que conocemos y escuchamos habitualmente, se ha realizado bajo esos 2 tipos de escala. Es una tradición que viene de muchos siglos atrás (desde el final de la Edad Media) hasta nuestros días, ya que la música pop, sigue basándose en lo mismo. Aunque parezca mentira, nada ha cambiado desde Bach o Mozart, hasta una canción de Bisbal.
Todo aquello que no se haya construido bajo estas 2 escalas, nos va a sonar “raro”, no porque no sea estético ni bello, sino simplemente porque las bases en las que se asienta nos son ajenas y no estamos “adiestrados” para ello. Es una cuestión puramente cultural o de conocimiento.

Para adentrarse en otras formas de composición, hay que habituarse a sus escalas. Es un proceso de “aclimatación”, como el que sube un ochomil. Una vez que hayamos asimilado el nuevo sistema, sabremos apreciar sus cosas bellas. Aquí no es cuestión de “entender” (en la música no hay nada que entender, ya que es una arte puramente abstracto) sino de habituar el oído y el cerebro a otras sonoridades.

Como comentábamos antes, la música tradicional europea se ha basado en los modos mayor y menor. Cada una de ellas tiene una secuencia de notas determinada, con distancias concretas entre cada una de sus notas:

Escala Mayor: T-T-ST-T-T-T-ST (7 notas)
Escala Menor Natural : T-ST-T-T-ST-T-T (7 notas)

La escala mayor suena más alegre y por tanto se elige este modo, cuando pretendemos dar a la melodía un aire más desenfadado. La escala menor es más melancólica y tradicionalmente se ha usado para temas más tristes, o también, para cosas más íntimas o románticas.

Durante la historia de la música occidental, los compositores incluso han mezclado características de una y otra, para dotar a sus obras de otros matices más ricos: intervalos de escalas menores en la mayor y viceversa. En el caso de la mayor, es muy habitual echar mano del sexto grado de la menor, en todas las canciones pop romanticonas (y también en las baladas “heavy”, curiosamente).

La menor actual toma generalmente la sexta y la séptima de la mayor al subir y mantiene los grados originales en la bajada. Cualquier canción que escuchemos que no siga este patrón, nos sonará como arcaica o como del Medievo. Se denomina menor melódica.

Como estas escalas pueden comenzar por cualquiera de las 12 notas, obtenemos 12 escalas mayores y otras tantas menores (con sus variantes). Teniendo en cuenta lo limitado que es este sistema de sólo 7 notas, históricamente los compositores han recurrido a ciertas “astucias” para dar mayor colorido a sus obras, recurriendo al cambio de “tonalidad”, es decir, utilizar el mismo tipo de escala pero con distinta nota de base (denominada “tónica”). Este cambio de escala se llama “modulación” y es muy poco utilizado en la música de grandes masas actual (de hecho, una simple modulación, deja perplejo a cualquier oyente que no está acostumbrado, es decir, el 90% de la población).

Ya a finales del siglo XIX, el sistema musical europeo se estaba quedando corto, pese al uso intensivo de las 12 escalas mayores y menores, sus derivados y las modulaciones. Poco a poco se fueron introduciendo nuevos esquemas: escalas pentatónicas en el Impresionismo (de influencia oriental), notas de coloratura ajenas a la escala, el politonismo (mezclando 2 escalas simultáneamente), etc… Hasta la ruptura definitiva del sistema tonal a principios del siglo XX, con la llegada del dodecafonismo de Arnold Schönberg (desarrolló el “serialismo”, que toma los 12 sonidos al completo, sin marcar ninguna prioridad de uno sobre otro). Este ha sido un punto crucial en el desarrollo de la música, llamémosle “culta”, hasta nuestros días.
La música popular no ha llegado tan lejos aún (meto dentro del saco de “popular” al resto, es decir, pop, rock, jazz, etc..), tampoco creo que sea necesario, ya que es fundamental que la creación artística llegue a todos los espectadores y no sólo a un grupo selecto de súper-especialistas.

Sin embargo hay que destacar un estilo que en este sentido ha llegado especialmente lejos. Y como ya podéis imaginar, se trata del Jazz. Su eclecticismo intrínseco, su capacidad de fusión entre diferentes culturas, hace que pronto derive en multitud de escalas y modos diferentes. Enlazamos aquí con la pregunta que nos hacíamos al principio del post: ¿Por qué el Jazz tiene esa sonoridad tan peculiar?

Como ya adelantábamos, la respuesta está en las escalas que usa como base. Para empezar, no sólo usa las escalas tradicionales mayor o menor, sino que además, emplea escalas pentatónicas (5 notas), la escala de “blues” (estas 2 últimas, muy usadas igualmente en rock y blues, típicamente de 6 notas) y las escalas “bebop” (8 notas). Por eso el jazz suena “raro” para el que no está habituado a estas escalas. Esta variedad de modos, proporciona al Jazz una riqueza de matices sonoros que no tiene ningún otro género.

No voy a entrar en más detalles técnicos, sólo indicar la singularidad de las escalas “bebop”, que cuentan con 8 notas, para facilitar los fraseos y las improvisaciones de los ejecutantes (es un número más fácil de subdividir).

Y después de este ladrillo (prometo no repetir algo parecido, pero es que si no lo hacía de tirón, perdía el hilo), vamos a poner un ejemplo. Hoy elegimos un tema mítico de Miles Davis: "So What" (1959). Se trata de un ejemplo clásico de jazz modal. El tema no puede ser más austero: 2 notas, sobre 2 acordes, con respuesta de contrabajo. Para los tecniquillos, usa el modo dórico, sobre re y mi b. El hecho de ser un tema sencillo, da mucho juego para su desarrollo e improvisación sobre él, como podréis oír en las variaciones que realiza cada componente del grupo. ¡A disfrutar!

Tema: "So What"
Álbum: Kind of Blue (Miles Davis, 1959)

Miles Davis – trompeta
Julian "Cannonball" Adderley – saxo alto
John Coltrane – saxo tenor
Bill Evans – piano
Paul Chambers – contrabajo
Jimmy Cobb – percusión

miércoles, 12 de mayo de 2010

Conexión andaluza: Flamenco Jazz

Resultan sorprendentes los buenos resultados de la fusión entre flamenco y jazz, teniendo en cuenta lo alejados que se encuentran ambos estilos a todos los niveles: escalas, ritmos, acordes, fraseo, melodías, instrumentos, etc… Es difícil encontrar algo en común. Sin embargo, la combinación es espectacular. Quizás la razón del éxito se encuentre precisamente ahí, en las diferencias abismales entre ambos y también, en gran parte, en la calidad de los intérpretes. Este puede ser el punto de encuentro, la pasión con la que hay que afrontar tanto el flamenco como el jazz.

Los puristas del flamenco no verán con buenos ojos estas mezclas, pero desde mi punto de vista, estrictamente personal, la fusión con el jazz da otra dimensión al flamenco y lo enriquece. Considero que es una buena aportación para la evolución del flamenco.

Hoy como ejemplo, vamos a escuchar un tema clásico cubano de Miguel Matamoros, el bolero “Lágrimas negras” (1930), en la versión de Bebo Valdés (piano) y Diego “El Cigala” (voz). No podría ser todo más variopinto: un bolero cubano, un pianista de latin jazz y un gitano del Rastro de Madrid. De la emoción, vais a echar lagrimones como melones.

Tema: "Lágrimas negras" (1930)
Álbum: Lágrimas negras (2003)

Dieguito "El Cigala" - voz
Bebo Valdés - piano
Javier Colina - contrabajo
Paquito D'Rivera - saxo
Niño Josele - guitarra
Federico Britos - violín
Israel Porrina 'Piraña' - cajón
Rickard Valdés - cajón

miércoles, 5 de mayo de 2010

El Bebop: Thelonious Monk

La gran revolución del Jazz en los 40. Sentó las bases del Jazz moderno. Sin duda, Thelonious Monk marcó definitivamente el devenir del Jazz en la segunda mitad del siglo XX. Compositor y pianista de indudable influencia en las generaciones posteriores, creador de infinidad de standards, muchos de ellos de los más versionados de la historia del Jazz. Uno de los padres del Bebop. ¿Y qué coño es el Bebop? No voy a entrar en temas muy técnicos, ya que no es el objetivo de este blog (sólo lo haré un poquito, para dar unas pinceladas de culturilla general), pero en fin, trataré de explicarlo.

Veamos esa imagen estereotipada que todos tenemos en mente en torno al jazz: un antro oscuro, a altas horas de la noche, mucho humo, ruido de copas y cubitos de hielo, gente conversando, un pequeño grupo de músicos bajo un foco (no más de 3 ó 4), notas frenéticas, acordes arriesgados y complicidad. Eso es Bebop, la gran reconversión del jazz a mediados del XX, definiéndolo en gran parte tal y como lo conocemos hoy en día.

Hasta ese momento, el Jazz estaba dominado por las Big Bands y el swing, corriente del jazz más pausada, con grandes formaciones e interpretaciones mayoritariamente de baladas. En los años 40, las Big Bands pierden integrantes, debido a la gran guerra, que a su vez provoca una especie de crisis en el sector, ya que no hay dinero para mantener estas formaciones tan grandes. Esto unido al hecho de que las nuevas generaciones se encuentran un poco “encorsetadas” en el esquema rígido de una gran orquesta, hace que florezcan las formaciones pequeñas (de 3 ó 4 integrantes), que les permite tener una mayor libertad interpretativa.

Y como todo en la vida, la 3ª ley de Newton, ley de acción y reacción, también se da en este caso: frente a los ritmos lentos del swing, notas desbocadas en el bebop; frente a la unidad del grupo en el swing, aumento de las partes individuales de cada instrumento y de la improvisación en el bebop, para lucimiento del artista.

El tema de hoy fue compuesto por él mismo en 1952, "Let's cool one" y es una pieza simpática y amena. El tema lo introduce el grupo al completo y le siguen 5 variaciones: trompeta (muy fino Kenny Dorham, por cierto), saxos alto y tenor, piano y contrabajo. No me enrollo más; a disfrutar.

Tema: "Let's cool one" (1952)
Álbum: Genious of Modern Music Vol.2, 2001

Thelonious Monk - piano
Kenny Dorham - trompeta
Lou Donaldson - saxo alto
Lucky Thompson - saxo tenor
Nelson Boyd - contrabajo
Max Roach - percusión

lunes, 12 de abril de 2010

Grandes damas del Jazz: Ella Fitzgerald

Volvemos de nuevo al instrumento por excelencia, la voz. Le toca el turno a la más grande de las damas del Jazz: Ella Fitzgerald. La voz más perfecta; impecable en su ejecución (gran paralelismo, en femenino, a la figura de Frank Sinatra). Forma junto a Billie Holiday y Sarah Vaughan, la Santísima Trinidad de cantantes más importantes de la historia del Jazz. Hablaremos también de ellas en posteriores entradas.

Como suele ser habitual en estos personajes, su infancia no fue fácil. Abandono del padre, miseria permanente, muerte de su madre en accidente de tráfico siendo aún una niña, problemas con la policía, reformatorios, en fin..., un drama constante. Pese a todo, su excepcional aptitud para el canto, la catapultó al éxito.

La pieza elegida hoy es "Dream a little dream of me" (1931), canción compuesta por Fabian Andre y Wilbur Schwandt. Impresionante slow fox (ya lo siento, pero tengo atracción enfermiza por este ritmo; el baile más elegante y romántico). Un tema delicado a la medida de una voz tan suave y aterciopelada como la de Ella. El contrapunto lo pone la voz totalmente rota de Louis Armstrong, formando un dúo de antología. No me enrollo más y a disfrutar del tema, que es una delicia.

Tema: "Dream a little dream of me" (1931)
Single: Louis Armstrong With Ella Fitzgerald And Sy Oliver's Orchestra, 1950

Ella Fitzgerald - voz
Louis Armstrong - trompeta
Paul Webster - trompeta
Hank D'Amico - clarinete
Frank Ludwig - saxo tenor
Hank Jones - piano
Everett Barksdale - guitarra
Ray Brown - contrabajo
Johnny Blowers - percusión
Sy Oliver - director

martes, 6 de abril de 2010

Vidas difíciles: Chet Baker

Una constante en grandes figuras, no sólo del Jazz, sino de otros muchos géneros.

Chet Baker fue uno de los grandes de la historia del Jazz. Trompetista excepcional, probablemente el mejor técnicamente, con un sonido aterciopelado que es difícil encontrar en otros trompetistas (os puedo asegurar, que como trompetista que he sido, es muy difícil de conseguir). Representante de la corriente Cool (de la que hablaremos en posteriores entradas del post).

Chet, adicto a la heroína desde los 50, es en los 60 cuando comienza a interferir en su trabajo. Esta adicción le llevó a ser detenido varias veces en Europa, durante sus giras y finalmente deportado a USA. Perdió parte de su dentadura de una paliza en San Franciso en 1966. Su gran técnica clásica de trompeta, le permitió poder superar este incidente y seguir tocando hasta el final de sus días. En 1988 muere al caer por una ventana de un hotel de Ámsterdam, ciego de heroína y cocaína.

Aun con todos estos antecedentes, es uno de los músicos de Jazz más delicados en todas sus interpretaciones. Romanticismo extremo en cada una de sus obras, que contrasta fuertemente con su carácter descaradamente mujeriego. Cálido, aterciopelado, genial e inspirado; frases larguísimas y bellas. Es como la antítesis de su vida privada.

Hoy os propongo como muestra, una versión muy personal del standard "Alone together" de Arthur Schwartz, original del musical de Broadway "Flying Colors" (1932). Ya en la primera entrada del post, hablamos del romanticismo y el erotismo en el Jazz. Pues bien, este tema, tal y como es presentado por Chet, entraría de lleno en la categoría de erotismo puro y duro. Si no pierdes la cabeza con esto, es que no eres de este planeta. Atención al mano a mano con el saxo Pepper Adams.

Tema: "Alone together” (1932)
Álbum: Chet, 1959

Chet Baker - trompeta
Herbie Mann - flauta
Pepper Adams - saxo barítono
Bill Evans - piano
Kenny Burrell - guitarra
Paul Chambers - contrabajo
Connie Kay - percusión

jueves, 4 de marzo de 2010

Piezas divertidas en el Jazz

No todos van a ser temas sesudos y transcendentales. También el Jazz tiene sus momentos para la distensión y el humor en sus composiciones: no es cuestión de aburrir al personal. Eso sí, todo hecho con mucho estilo, sin dejar nunca de lado la calidad melódica, rítmica, armónica e interpretativa.

Hoy os presento un tema que siempre me resultó muy simpático, el calipso “Una noche con Francis” de Bud Powell. Pianista prodigio marcado por una infancia difícil y desgraciadamente tocado por la esquizofrenia y el alcoholismo. Destacado intérprete de Bebop, la corriente del jazz más tradicional de la que hablaremos mucho en posteriores posts.

Vamos a explicar brevemente esta obra, para no perdernos en su parte central. Tiene la forma clásica de tema – variaciones – tema. El tema es presentado por el grupo al completo y le siguen recreaciones libres del mismo tema original, propuestas por los distintos solistas del grupo. La base rítmica y armónica es la misma en todas las variaciones; solo difiere la melodía, a la que cada uno de los integrantes le da su toque personal. Es importante tener esto muy claro, ya que es en esta parte central, donde los intérpretes aprovechan para dar rienda suelta a su imaginación y también para exhibir su virtuosismo y dominio del instrumento. Por ello, en muchos casos, las modificaciones sobre el tema original pueden ser tan radicales que lo hagan totalmente irreconocible. Este punto es el que, unido a armonizaciones digamos “audaces”, los ritmos sincopados y las notas a contratiempo, provoca desconcierto en los oyentes no “iniciados” y provoca esa sensación de “caos” de la que habitualmente se queja el profano. En el fondo, todo está mucho más ordenado y controlado de lo que las apariencias muestran.

En el caso de hoy, la parte central tiene además la particularidad de que la segunda variación es un diálogo entre 2 saxos: Wayne Shorter y Dexter Gordon (otros dos tigres del Jazz). La obra se termina con una repetición final del tema original, nuevamente con el conjunto al completo.

No os asustéis con el ejemplo de hoy, ya que las variaciones propuestas son bastante “light” y fáciles de identificar con el original. De hecho, es muy divertida y pegadiza (el vibráfono le da un toque muy caribeño; parece que estamos en Saint-Martin). A disfrutar.

NOTA: repetimos álbum ya que no he encontrado un tema más "sencillo". De todas formas, decir que este disco es muy recomendable en todos sus cortes (01-Round Midnight, curiosa versión de Bobby McFerrin - el de "Don't worry, be happy" -, con efectos de voz; 04-Fair Weather, voz y trompeta de Chet Baker, con su sello característico delicado y aterciopelado; 06-The Peacocks, bebop rabioso y técnicamente impecable de Wayne Shorter; 07-How long has this been going on, ver entrada anterior del blog; 10-Minuit aux Champs-Elysées, una balada romántica preciosa al vibráfono de Bobby Hutcherson; 11-Chan's Song, agradable tema de Herbie Hancock)

Tema: "Una noche con Francis” (1964)
Álbum: Round Midnight, 1986

Herbie Hancock - piano
Dexter Gordon - saxo tenor
Wayne Shorter - saxo tenor
Pierre Michelot - contrabajo
Billy Higgins - percusión
Bobby Hutcherson - vibráfono

martes, 23 de febrero de 2010

La voz en el Jazz

El jazz también se canta, no todo es instrumental. De hecho, gran parte de los standards de Jazz (y de la música norteamericana en general) tienen su origen en temas de musicales de Broadway de los años 30 y 40. Hoy os presento un tema muy poco conocido de uno de los más grandes compositores norteamericanos, George Gershwin (creador del archiconocido Summertime, de la ópera Porgy and Bess, 1935. Éste no os la voy a poner, ya que en google aparecerá hasta la saciedad, ya que no existe en el mundo un jazzman/jazzwoman que no haya hecho su propia versión del tema). Se trata de la canción “How long has this been going on”, compuesta para el musical "Funny Face" (1927).

Este tema ha sido interpretado por todas las grandes damas del Jazz, que por cierto, iremos introduciendo poco a poco (Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan, Billie Holiday, etc…). Hoy es el turno de Lonette McKee, que lo canta magistralmente en la banda sonora de la película “Round Midnight” (1986), de Bertrand Tavernier. Le acompañan otro par de monstruos, a los que dedicaremos, con toda seguridad, algunas entradas en este blog: Herbie Hancock (piano) y Dexter Gordon (saxo tenor).

Y ahora, dejaros llevar por esta canción. Es una delicia para los sentidos. Siempre la cito como ejemplo de canción perfecta, por su melodía infinita y por lo acertado de su acompañamiento armónico. Hay pocas notas, pero todas en su sitio. Una obra maestra.

Tema: “How long has this been going on” (1927)
Álbum: Round Midnight, 1986

Lonette McKee - voz
Herbie Hancock - piano
Dexter Gordon - saxo tenor
Pierre Michelot - contrabajo
Billy Higgins - percusión

miércoles, 17 de febrero de 2010

Fusión de culturas: el Latin Jazz

Si algo define el jazz, es el mestizaje. Su propio origen es la unión de las culturas musicales europea y africana, a caballo entre los siglos XIX y XX. A lo largo de toda su historia ha asimilado constantemente nuevas fuentes y estilos, en muchos casos diametralmente diferentes. Es por ello que el jazz es tan diverso en subestilos, y sobre todo, nunca estático; siempre evolucionando, avanti,… sempre avanti!!!. En todos los casos, estas fusiones han sido muy fructíferas.

Iremos viendo ejemplos de diferentes corrientes de Jazz Fusion (folk, brasileira, flamenco, rock, soul, etc…). Hoy comenzaremos por el Latin Jazz y más concretamente con ritmos afrocubanos: vamo a darle a la salsa, chico!!!

Para darle un poco de vidilla a este blog, la pieza elegida es “Ran Kan Kan” (1949), de Tito Puente, el gran maestro de los timbales y el vibráfono. Introductor de la salsa en el Jazz y percusionista de técnica excepcional.

Se trata de un tema con una frase minimalista, muy pegadiza y con un desarrollo central, igualmente minimalista. Todo el protagonismo se lo lleva la sección rítmica: la canción en sí misma es puro ritmo, con reminiscencias africanas. Percusión delirante donde las haya.

Tema: “Ran Kan Kan” (1949)
Álbum: Tito Puente & His Orchestra (Recopilatorio, 2007)

martes, 9 de febrero de 2010

Jazz: erotismo y romanticismo

Ahora que se acerca San Valentín, aprovecho para hablar de esa vertiente del Jazz, quizás para muchos desconocida, relacionada con el erotismo y el romanticismo. No he encontrado un género musical que transmita esas sensaciones de una forma tan profunda como lo hace el Jazz. Sus baladas románticas ponen los pelos de punta a cualquiera y cuando la temperatura aumenta, se vuelve lujurioso.

Como ejemplo de todo esto, vamos a empezar con un disco clásico de Miles Davis: "1958 Miles". En él podemos encontrar una pequeña joya: "Stella by Starlight" (1944), standard de Victor Young, en versión puramente instrumental y con el sello de Davis. Se trata de un tema deliciosamente romántico y elegante. Derroche de inspiración en una frase larguísima y bellísima, en donde hasta los silencios son hermosos. Un slow fox que os hará llorar. Pequeña entrada de piano, con introducción del tema por Davis a la trompeta, seguido de dos variaciones de saxo y piano, con otros dos monstruos del Jazz: John Coltrane (saxo) y Bill Evans (piano). Sin duda, volveremos sobre ellos en varias ocasiones.

¡A gozar!

Tema: "Stella by Starlight"
Álbum: 1958 Miles (Miles Davis, 1958)

Miles Davis – trompeta
Julian "Cannonball" Adderley – saxo alto
John Coltrane – saxo tenor
Bill Evans – piano
Paul Chambers – contrabajo
Jimmy Cobb – percusión