jueves, 16 de septiembre de 2010

Las escalas del Jazz: Jazz modal

¿Por qué el Jazz tiene esa sonoridad tan peculiar? ¿Por qué cualquier persona profana en este estilo lo identifica fácilmente, aún oyendo unas pocas notas? La razón de todo ello se encuentra en el uso de una serie de escalas, de naturaleza diferente a las que estamos acostumbrados desde niños. Voy a intentar explicar todo ello de forma muy sencilla y comenzaremos primero por dar ciertas nociones sobre notas, intervalos, acordes, consonancias, disonancias y escalas.

¿Qué es una nota musical? Es simplemente una vibración con una frecuencia determinada. Nuestro oído es capaz de percibir como sonido, un rango determinado de frecuencias de vibración. Este rango va desde los 20 a los 20.000 Hz, más o menos. Ahora bien, dentro de ese intervalo, hay infinitas frecuencias y por tanto, infinitos sonidos reconocibles. ¿Por qué no hay entonces infinitas notas? ¿Por qué nos han metido en la cabeza desde niños la cantinela de las 7, y sólo 7 notas? La explicación de todo esto se encuentra en nuestra percepción auditiva. Cualquier creación musical, en líneas generales, es la combinación de varios sonidos y es precisamente en la relación entre los diferentes sonidos, donde nuestro cerebro percibe combinaciones que le agradan o le desagradan. Es algo puramente subjetivo y cultural, aun cuando tiene una pequeña explicación física.

La nota de un instrumento no es pura, ya que a parte de la frecuencia fundamental del sonido que percibimos, “suenan” otras frecuencias asociadas, que apenas son audibles y son las que confieren el timbre característico a dicho instrumento. Estos es lo que se conoce como serie de armónicos. Esto es fundamental para comprender cómo históricamente han nacido las notas.
Dado un sonido cualquiera de un instrumento, la frecuencia fundamental será de x Hz. Su primer armónico, que apenas oiremos, suena al doble de frecuencia, 2x Hz. El segundo armónico lo hace a una frecuencia triple del fundamental y así sucesivamente, según un esquema que se asemeja a las series de Fourier.

Cuando oímos simultáneamente una frecuencia determinada y su doble, nuestro oído lo percibe como consonancia perfecta y nos da la sensación de que es el mismo sonido pero más agudo. Tradicionalmente se ha denominado a esta distancia “octava”, ya que corresponde a la octava nota de la escala tradicional y coincide con la primera, con la que suena “bien”. A partir de aquí se inicia una nueva serie. Esta octava, es por tanto el primer armónico de una frecuencia fundamental dada.

Entre estas dos notas, la fundamental y su octava, podrían definirse infinitas notas, ya que hay infinidad de frecuencias entre ellas. El problema es que nuestro oído no percibe de forma “agradable” las relaciones entre todas estas posibles frecuencias. De hecho, nuestro cerebro sólo entiende como afinados, la subdivisión de este intervalo de octava en 12 “trozos”. Todos aquellos sonidos cuya frecuencia no coincida con esta subdivisión de 12 partes, los oiremos “desafinados”. La subdivisión básica de la octava, 1/12, clásicamente se define como semitono (ST). Por tanto, 2/12, será un tono completo (T).

Aquí rompemos el primer mito: no hay 7 notas, HAY 12 NOTAS. Las 7 notas tradicionales (do, re, mi,…) vienen de la escala mayor diatónica clásica sobre DO (las teclas blancas del piano), que es la base de la mayor parte de las canciones que conocemos desde la cuna, en la tradición occidental (esto conviene dejarlo claro, ya que no tiene nada que ver con una persona que haya nacido en Mumbay, por ejemplo).

Teniendo en cuenta que la percepción humana del sonido, se basa principalmente en la relación de unos sonidos con otros (y no por la percepción de un sonido aislado), nos hemos puesto todos de acuerdo para fijar la frecuencia de un sonido de referencia a partir del cual construir todas las otras notas que suenan “afinadas” con respecto a éste. La norma ISO, ha tomado como referencia la frecuencia de 440 Hz, que se corresponde con el LA de la escala central del piano. A partir de aquí multiplicando y dividiendo frecuencias, vamos definiendo octavas hacia arriba y hacia abajo. Cada una de estas octavas, las subdividimos en 12 “trozos” y ya tenemos todas nuestras notas de base para empezar a crear música.

Estas 12 notas son los ingredientes básicos de cualquier sistema musical, tanto de la música europea tradicional como de las más exóticas de Oceanía (hay algunas excepciones, con culturas que usan subdivisiones inferiores a los 12 semitonos de los que hemos hablado, pero en fin, no es lo habitual). Los sistemas musicales toman todos o parte de esos 12 sonidos para construir las canciones. Por tanto, este grupo de sonidos tomados como base en un sistema musical, es lo que conforma una “escala”.

Nuestro cerebro de occidental europeo ha nacido y se ha educado bajo la dictadura de 2 escalas: las escalas diatónicas mayor y menor. El 99% de la música que conocemos y escuchamos habitualmente, se ha realizado bajo esos 2 tipos de escala. Es una tradición que viene de muchos siglos atrás (desde el final de la Edad Media) hasta nuestros días, ya que la música pop, sigue basándose en lo mismo. Aunque parezca mentira, nada ha cambiado desde Bach o Mozart, hasta una canción de Bisbal.
Todo aquello que no se haya construido bajo estas 2 escalas, nos va a sonar “raro”, no porque no sea estético ni bello, sino simplemente porque las bases en las que se asienta nos son ajenas y no estamos “adiestrados” para ello. Es una cuestión puramente cultural o de conocimiento.

Para adentrarse en otras formas de composición, hay que habituarse a sus escalas. Es un proceso de “aclimatación”, como el que sube un ochomil. Una vez que hayamos asimilado el nuevo sistema, sabremos apreciar sus cosas bellas. Aquí no es cuestión de “entender” (en la música no hay nada que entender, ya que es una arte puramente abstracto) sino de habituar el oído y el cerebro a otras sonoridades.

Como comentábamos antes, la música tradicional europea se ha basado en los modos mayor y menor. Cada una de ellas tiene una secuencia de notas determinada, con distancias concretas entre cada una de sus notas:

Escala Mayor: T-T-ST-T-T-T-ST (7 notas)
Escala Menor Natural : T-ST-T-T-ST-T-T (7 notas)

La escala mayor suena más alegre y por tanto se elige este modo, cuando pretendemos dar a la melodía un aire más desenfadado. La escala menor es más melancólica y tradicionalmente se ha usado para temas más tristes, o también, para cosas más íntimas o románticas.

Durante la historia de la música occidental, los compositores incluso han mezclado características de una y otra, para dotar a sus obras de otros matices más ricos: intervalos de escalas menores en la mayor y viceversa. En el caso de la mayor, es muy habitual echar mano del sexto grado de la menor, en todas las canciones pop romanticonas (y también en las baladas “heavy”, curiosamente).

La menor actual toma generalmente la sexta y la séptima de la mayor al subir y mantiene los grados originales en la bajada. Cualquier canción que escuchemos que no siga este patrón, nos sonará como arcaica o como del Medievo. Se denomina menor melódica.

Como estas escalas pueden comenzar por cualquiera de las 12 notas, obtenemos 12 escalas mayores y otras tantas menores (con sus variantes). Teniendo en cuenta lo limitado que es este sistema de sólo 7 notas, históricamente los compositores han recurrido a ciertas “astucias” para dar mayor colorido a sus obras, recurriendo al cambio de “tonalidad”, es decir, utilizar el mismo tipo de escala pero con distinta nota de base (denominada “tónica”). Este cambio de escala se llama “modulación” y es muy poco utilizado en la música de grandes masas actual (de hecho, una simple modulación, deja perplejo a cualquier oyente que no está acostumbrado, es decir, el 90% de la población).

Ya a finales del siglo XIX, el sistema musical europeo se estaba quedando corto, pese al uso intensivo de las 12 escalas mayores y menores, sus derivados y las modulaciones. Poco a poco se fueron introduciendo nuevos esquemas: escalas pentatónicas en el Impresionismo (de influencia oriental), notas de coloratura ajenas a la escala, el politonismo (mezclando 2 escalas simultáneamente), etc… Hasta la ruptura definitiva del sistema tonal a principios del siglo XX, con la llegada del dodecafonismo de Arnold Schönberg (desarrolló el “serialismo”, que toma los 12 sonidos al completo, sin marcar ninguna prioridad de uno sobre otro). Este ha sido un punto crucial en el desarrollo de la música, llamémosle “culta”, hasta nuestros días.
La música popular no ha llegado tan lejos aún (meto dentro del saco de “popular” al resto, es decir, pop, rock, jazz, etc..), tampoco creo que sea necesario, ya que es fundamental que la creación artística llegue a todos los espectadores y no sólo a un grupo selecto de súper-especialistas.

Sin embargo hay que destacar un estilo que en este sentido ha llegado especialmente lejos. Y como ya podéis imaginar, se trata del Jazz. Su eclecticismo intrínseco, su capacidad de fusión entre diferentes culturas, hace que pronto derive en multitud de escalas y modos diferentes. Enlazamos aquí con la pregunta que nos hacíamos al principio del post: ¿Por qué el Jazz tiene esa sonoridad tan peculiar?

Como ya adelantábamos, la respuesta está en las escalas que usa como base. Para empezar, no sólo usa las escalas tradicionales mayor o menor, sino que además, emplea escalas pentatónicas (5 notas), la escala de “blues” (estas 2 últimas, muy usadas igualmente en rock y blues, típicamente de 6 notas) y las escalas “bebop” (8 notas). Por eso el jazz suena “raro” para el que no está habituado a estas escalas. Esta variedad de modos, proporciona al Jazz una riqueza de matices sonoros que no tiene ningún otro género.

No voy a entrar en más detalles técnicos, sólo indicar la singularidad de las escalas “bebop”, que cuentan con 8 notas, para facilitar los fraseos y las improvisaciones de los ejecutantes (es un número más fácil de subdividir).

Y después de este ladrillo (prometo no repetir algo parecido, pero es que si no lo hacía de tirón, perdía el hilo), vamos a poner un ejemplo. Hoy elegimos un tema mítico de Miles Davis: "So What" (1959). Se trata de un ejemplo clásico de jazz modal. El tema no puede ser más austero: 2 notas, sobre 2 acordes, con respuesta de contrabajo. Para los tecniquillos, usa el modo dórico, sobre re y mi b. El hecho de ser un tema sencillo, da mucho juego para su desarrollo e improvisación sobre él, como podréis oír en las variaciones que realiza cada componente del grupo. ¡A disfrutar!

Tema: "So What"
Álbum: Kind of Blue (Miles Davis, 1959)

Miles Davis – trompeta
Julian "Cannonball" Adderley – saxo alto
John Coltrane – saxo tenor
Bill Evans – piano
Paul Chambers – contrabajo
Jimmy Cobb – percusión